miércoles, 21 de agosto de 2013

Era tan trabajador...

Vivimos en un sistema socioeconómico que valora a los humanos y otros animales, cosas, lugares, conocimientos, etc en función de la ganancia que podamos obtener de su explotación. Aunque esto no sea nada nuevo, no deja de sorprenderme la forma en que esta ideología ha calado en el imaginario social no ya con aquellas cosas que son vistas como objetos o posesiones (que a veces son individuos), sino con las propias personas. El trabajo, un supuesto medio para poder vivir cómodamente –o sencillamente para poder vivir- parece más bien un fin en función del cual se juzga el “valor” de una persona. Es común recurrir a lo trabajador que alguien es a la hora de alabar la “calidad humana” de esa persona, ya sea lamentándonos de su muerte, hablando de compañeros de estudios, presentándole un/a novio/a a nuestros padres, etc. Los “vagos” son el mejor de los casos compadecidos, y en el peor despreciados o ridiculizados*, siendo la propia expresión de “ganarse la vida” bastante reveladora (¿es acaso un “premio” que podamos merecer o desmerecer en función de las horas de sufrimiento que aportemos?). 

En definitiva, se sigue considerando mayoritariamente que lo útil que le seas a tu patrón o las horas de resignación y esfuerzo que dediques autónomamente son algo que te honra. (Casi) nadie quiere realmente trabajar, pero cuando alguien no soporta esa alienación y trata de reducirla o evitarla es a la víctima a quien se culpa de no ser lo suficientemente fuerte y resignado, de querer ser feliz en vez de partirse el lomo como los demás, en vez de culpar a un sistema que nos obliga a dedicar un tercio de nuestras vidas en actividades monótonas, pesadas y angustiantes para poder mantenerla (la parte de nuestra vida que nos queda “libre”). 



*Cabría diferenciar entre alguien meramente “vago” y alguien irresponsable o “jetas”. No querer o poder trabajar no tiene por qué incumbir a nadie más que a la propia persona afectada. Responsabilizarse voluntariamente (y no por coacción) de hacer algo a medias o entre varias personas y no cumplir con tu parte obliga a los demás a asumirla, por lo que sí afecta a terceros y sí entiendo que sea motivo de rechazo, independientemente de la “culpa” que tenga o no el individuo.